El tema educativo es uno en el que el Estado debe cumplir con su responsabilidad, pero el sector privado está convencido de que con una participación mancomunada se lograrían importantes avances
Por: Xabier Coscojuela
Fotografías: Gabriel Osorio
La educación es la clave para la superación personal. A su vez, una población con altos niveles educativos es la piedra angular para poder alcanzar el ansiado desarrollo económico de cualquier país.
En este aspecto hay consenso en Venezuela. Sin embargo la calidad de los estudios que se imparten en el país no es la más adecuada en muchos casos. La exclusión, la deserción y la repitencia son aspectos a superar.
Todos los sectores, independientemente de su posición política, dan alta valoración al tema educativo. Los encuestadores señalan que todos los venezolanos, de cualquier clase social, ven en una buena educación la mejor herramienta para lograr una mejor calidad de vida. El sector empresarial privado está consciente de esta realidad, y por eso parte importante de sus acciones de responsabilidad social tienen a la educación como foco. Sin embargo, también están claros en que la mayor responsabilidad en la materia es del Estado.
Los datos sobre la pobreza en Venezuela están en el centro del debate político. Recientemente se publicó el Índice de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas, según el cual el país avanzó cuatro peldaños en el escalafón mundial. Este progreso es tomando en cuenta indicadores del año 1997. Elías Eljuri, director del Instituto Nacional de Estadística, asegura que el avance tiene que ver con mejoras en la educación pues “la matrícula combinada pasó del 79,7% al 85,6%, es decir, que hubo una alza estructural”.
Otro dato que destaca Eljuri es que Venezuela es el país con la menor desigualdad de ingresos de América Latina, tomando en cuenta para ello el coeficiente Gini, según el cual es país “alcanzó 0,409, es decir, que es el índice más bajo de América Latina, porque los otros países que tienen una desigualdad baja son Costa Rica y Uruguay. Chile, por ejemplo que tiene una pobreza extrema parecida a la de Venezuela tiene un coeficiente Gini de 0,52, es decir, de 0,10 por encima”.
Según estudios realizados durante el año 2008, 87% de los jóvenes entre 16 y 18 años de los sectores económicos medios y altos, asisten con regularidad a un centro educativo, pero cuando se trata de los estratos pobres ese indicador se ubica en 54%. Fotografía: Gabriel Osorio |
Según datos de Luis Vicente León, de la firma Datanálisis, 90% de las personas del estrato E tienen celular, televisión, nevera y cocina, pero menos de 10% logra que sus hijos culminen la educación secundaria. Asegura que el incremento de ingresos no logró cambiar su situación de pobreza. Son pobres pero consumen un poco más que antes, acotó.
El mejor antídoto
La pobreza es el principal problema del país y la educación es el mejor antídoto para combatirla, por lo que la empresa puede aportar para solventar dicha situación social “diseñando, ejecutando, acompañando y/o financiando proyectos educativos y de capacitación laboral, vinculados con sus empleados y las familias, con sus proveedores, con las comunidades vecinas, etc.”, explica Charo Méndez, socióloga y experta en responsabilidad social.
Una política de ese tipo tiene un gran impacto, tanto en los empleados como en la sociedad en su conjunto y trae como consecuencia inmediata, para la empresa, “mejorar las condiciones de empleabilidad de sus obreros efectivamente mediante formación, educación y actualización. Puede potenciar las condiciones profesionales de sus empleados. Puede acompañar y apoyar la educación de los hijos y familiares. Puede apostar por mejorar los niveles de emprendimiento. Puede incluso preparar a los empleados para el momento del retiro de la empresa”.
No tiene dudas en que destinar recursos a la educación de la población genera amplios beneficios para el país, pues “invertir en educación y capacitación es invertir en condiciones de empleabilidad y emprendimiento, y ello está relacionado con la generación de riqueza y en consecuencia con la economía del país; aunque no es la única variable de importancia para potenciar la economía de un país”.
Contar con empleados más capacitados significa mayor productividad y ventajas a la hora de competir en el mercado. “La empresa cuenta con nuevas destrezas y habilidades que requiere para su actividad productiva, para generar innovación, para competir. También esa apuesta genera en los empleados mayor sentido de pertenencia a la empresa”, precisa Méndez.
Los beneficios que para la empresa y la sociedad trae aportar en la educación de las comunidades son varios. “A la empresa le puede generar aceptación de su entorno, reputación pública, reconocimiento social e incluso mayor y mejor oferta de personas empleables en su entorno inmediato. A la sociedad, las condiciones de empleabilidad y emprendimiento económico que se generen en las comunidades, favorecen la inclusión económica y social, y apuestan por una mayor equidad”, enumera Méndez.
La educación es un área donde muchas empresas privadas con actividades de RSE ponen el foco. Las razones para ello son diversas, señala Méndez, agregando que es el sector que más atención recibe desde el mundo empresarial privado. “El área de inversión social de mayor preferencia para el sector empresarial ha sido tradicionalmente la educación, por razones que van desde la necesidad de formación de recursos humanos para el negocio, lograr más reconocimiento social en una actividad incuestionable para la sociedad, mostrar que es una inversión en las condiciones de desarrollo y en la causalidad de la pobreza y no un gasto de carácter asistencial, hasta por razones ideológicas vinculadas con la aceptación del sistema económico y la actividad privada” .
A pesar de la contribución privada en educación, la situación del sector es preocupante. Los indicadores de calidad no sitúan al país en los mejores niveles, a lo que se suma índices alarmantes de deserción o no inclusión en el sistema. Méndez tiene claro que el panorama no es alentador.
“En materia de impacto es muy difícil que la empresa privada pueda lograr una contribución suficiente, un programa de apoyo a la gestión escolar o a la mejora de la infraestructura educativa puede alcanzar una cifra de 250 escuelas en el país, sin embargo existen unos 20 mil planteles públicos y privados en Venezuela. Cifras alarmantes de no escolarización de preescolares, de deserción y de falta de aulas de bachillerato no pueden ser cambiadas por el aporte privado en educación”, estima Méndez.
Cree que para “lograr algún impacto, el sector privado tendría que trabajar en conjunto en función de un programa único de inversión, o trabajar en alianza con el sector público. El sector privado venezolano es bastante pequeño con relación al Estado actualmente, y no ha sido convocado por las autoridades para trabajar en conjunto en las épocas recientes. Lo que puede realizar como inversión educativa es la apuesta a modelos de gestión eficiente e innovadora que prueben que la calidad educativa es necesaria generando nuevas acciones que se puedan convertir en políticas públicas como fue el caso de la educación preescolar, la educación especial, las modalidades de educación laboral, entre otras”.
Consultada sobre si la empresa privada ha educado en valores y en ética a sus trabajadores y si tiene sentido hacerlo, Méndez señala que “hay experiencias venezolanas de inversión empresarial en esos temas; en esos casos la apuesta de las empresas no es al empleo y el emprendimiento, sino más bien la generación de capital social, solidaridad, tolerancia, transparencia, ciudadanía y derechos humanos. Tiene sentido porque la convivencia y vida en sociedad no depende exclusivamente de la generación de ingresos y de riqueza”.
En el foco
“Las empresas están viendo la educación como una manera de intervención muy global en el ser humano. Desde lo espiritual hasta la adquisición de habilidades tecnológicas. Además que entienden que cada uno de los que estamos dentro de ellas debemos ser formadores, creando el ambiente propicio para que a través de cada tarea haya un proceso de aprendizaje. Posteriormente ven la necesidad de formar a los familiares, a través de cursos y talleres para que adquieran capacidades y pueden afrontar algún emprendimiento que les permita mejorar sus ingresos y su calidad de vida”, explica Alicia Pimentel, presidenta de la Fundación Polar.
Alicia Pimentel, presidenta de la Fundación Polar. Fotografía: Thor Hué Trotta. |
Por otra parte asegura que tiene mucho sentido dar formación en valores y en ética. “Cuando entras a una organización te casas de alguna manera con ella. Tienes dos actores que están aceptando que hay unos marcos de referencia sobre los que vamos a trabajar, que son la ética y los valores. El trabajador Polar tiene un perfil y la empresa se propone desarrollarlo. Tener un carnet Polar es importante y si te accidentas en un camino apartado ese trabajador Polar se para y no se queda tranquilo hasta que te ayuda a resolverlo. En la organización se crean espacios donde el principal actor es el supervisor, y tiene en su mente que en todo lo que se hace hay un proceso de aprendizaje”.
Empresas Polar genera 32.000 empleos directos y más de 250.000 indirectos, y está buscando formas novedosas de atender a su público, afirma Pimentel, quien señala que en el ámbito educativo “es un proceso que debemos transmitir a todo los públicos con los que interactuamos, incluso desde el producto donde indicamos la mejor forma de su consumo. Eso es formación, y debe estar inserto en toda la cadena de valor”.
Hay que reflexionar
Pimentel hace un breve y conciso repaso sobre la actividad de RSE en el país y cree necesaria una autocrítica, ante la realidad social de Venezuela. Observa un despertar en la necesidad de darle mayor foco a la contribución en educación. También ve como positivo que las empresas estén más preocupadas en lograr el mayor rendimiento en sus contribuciones de RSE.
La labor de muchas de estas fundaciones nadie la cuestionaba “porque estábamos haciendo el bien. Pero qué dejamos de hacer. Tenemos que pasar por un proceso de revisión, reflexión, evaluación. Qué estamos dejando de hacer. Por qué se mantienen unos indicadores de pobreza tan grandes”, dice Pimentel. Sin embargo es optimista en cuanto a que las organizaciones dedicadas a tareas sociales van a ser más efectivas.
La experiencia que han acumulado les dice que es importante hacer estudios que digan cuáles son los indicadores sociales de la zona donde actúan. Han seleccionado un grupo de escuelas, todas ellas públicas, para construir en ellas el modelo del programa de las Naciones Unidas. “Ahora hacemos estudios demográficos, con propuesta base y cuanto queremos modificar esa línea base y a donde queremos llegar. Índices de deserción, repitencia. Tenemos construidos una batería de elementos que nos permiten saber dónde estamos ahora y cómo producir un cambio en esas cifras para llegar a donde queremos llegar”, explica Pimentel, quien precisa que “sin embargo, estoy muy clara que la educación es una responsabilidad del Estado”.
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